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martes, 26 de septiembre de 2017

- ¿POR QUE CONFIAR EN EL AGRO - ?

PORTAFOLIO 25 -09 -17
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El campo está servido. La oportunidad de alimentar a más de 48 millones de compatriotas y de llegar con nuestros productos a Estados Unidos, Europa, Canadá y Corea del Sur, donde viven más de 900 millones de consumidores, es una razón de peso para confiar en el futuro del agro colombiano.

De igual manera, la existencia de más de 27 millones de hectáreas con potencial de uso agrícola, pecuario y forestal representa una gran oportunidad para la Colombia rural.

Mercados y tierra forman un binomio necesario, pero insuficiente para el éxito de nuestro sector. El factor determinante será la gente y sus decisiones hacia la ruralidad.

Quienes tenemos el honor de trabajar en los gremios debemos lograr la empresarización de la actividad rural, con enfoque de mercado, llegando al consumidor, fortaleciendo nuestros asociaciones y sus estrategias de promoción del consumo, transfiriendo conocimiento a los productores para la toma de decisiones en pro de la rentabilidad sostenible y del buen uso de los recursos naturales. 

Un buen ejemplo es la porcicultura, que del 2010 al 2016 incrementó el consumo per cápita de cerdo en Colombia de 4,8 kg. a 8,6 kg; una inversión efectiva de los recursos parafiscales de la agremiación en promoción de consumo y en transformación de sus productores que hizo posible ese gran avance. 

Quienes ocupan cargos en el Gobierno Nacional deben tomar decisiones orientadas a establecer políticas de Estado con presupuestos acordes a la importancia del sector, que promuevan la generación de bienes públicos, que incentiven la cercanía con el consumidor, la formalización laboral y que garanticen la estabilidad y la seguridad jurídica para las inversiones rurales, acompañando el esfuerzo exportador de los productores. 

Decisiones alejadas de cualquier politización de las entidades públicas, y por supuesto que garanticen el uso eficiente y equitativo del presupuesto sectorial. Sin embargo, resulta increíble que, en un momento tan crítico para la ruralidad, su presupuesto de inversión para el 2018 ($1,5 billones) tenga una reducción del 35% frente a 2017.

Quienes conforman el sistema educativo nacional, en los colegios, instituciones técnicas y universidades, deben acercar más la educación al campo, de tal forma que los programas de formación sean aplicables por los actores rurales, que los millones de jóvenes colombianos vean en el agro una oportunidad para poner en práctica sus conocimientos y generar empresas y empleo. 

La mayoría de las universidades en nuestro país tienen una visión de campo desde lo productivo con granjas experimentales, médicos veterinarios, zootecnistas y agrónomos, pero nos falta acercar a los abogados, economistas, administradores, expertos en mercadeo e innovación para fortalecer la empresarización rural.

Los trabajadores y productores del campo tienen el desafío de pasar de producir para que un tercero comercialice su esfuerzo, a producir según las necesidades y gustos de sus consumidores, a los que deben llegar directamente con productos de calidad, competitivos y diferenciados para mercados nacionales e internacionales. 

Por ejemplo, los productores de papa tienen una enorme oportunidad, pues en su cadena de comercialización hay al menos 5 intermediarios y en coyunturas como la actual, el precio al consumidor es un 329% superior al que recibe el productor y el único “valor agregado” es la lavada y el empaque. Definitivamente mucho por trabajar. 

Y por supuesto nuestros clientes también tienen un rol importante en el futuro del campo. Qué bueno será que en Colombia fortalezcamos la preferencia por los productos nacionales a la hora de hacer nuestro mercado. En la actualidad, el 70% de los colombianos prefiere marcas locales cuando se trata de alimentos; sería ideal que fuera el 90% en pocos años.

Si todos hacemos bien la tarea, este “campo” está servido. Qué bueno será evidenciar mejoras en la seguridad alimentaria, para que ese 42% de los hogares que no pueden acceder a la cantidad y calidad de los alimentos que requieren para llevar una vida sana se reduzca drásticamente en los próximos 4 años. 

Muy oportuno será que la pérdida y el desperdicio de alimentos en el país que anualmente asciende a 9,7 millones de toneladas según el DNP, y donde todos tenemos responsabilidad, los podamos eliminar y así contribuir a mejorar la seguridad alimentaria.

Satisfactorio será ver nuevos productos como el mango, la lima tahití, la panela, el cacao, el pollo y el cerdo, llegando a los mercados internacionales, al igual que se fortalece la exportación de las flores, café, banano, palma y azúcar. A julio de 2017 ya habíamos exportado otros productos no tradicionales como la gulupa (US$24mm), piña (US$10 mm), uchuvas (US$27,3) y naranja (US$3,5 mm).
Con el 2017, serían tres años consecutivos en los cuales no se cumple la meta de inflación en el país. 
Nos fortalecerá como nación la renovación de la mano de obra en el campo y la dignificación del trabajador rural, y que a la vez que tenga la tranquilidad del piso de protección social sea mucho más productivo y arraigado a las actividades rurales. 

Presentamos un completo proyecto de ley a la Ministra de Trabajo para buscar combatir la informalidad laboral del campo que asciende al 61%. No hay que olvidar que más de 3 millones de colombianos derivan su ingreso de las actividades agropecuarias.Y qué alivio sentiremos cuando el 85% de los 135 mil kilómetros de vías terciarias ya no estén en mal estado como ocurre hoy, de tal forma que nuestros alimentos puedan llegar de manera eficiente y sin pérdidas a los consumidores.

Por todo lo anterior, debemos confiar en el agro colombiano, porque su futuro depende de las decisiones que tomemos todos. Las recetas para ser exitosos, las tecnologías, el conocimiento, las políticas públicas y las oportunidades están ahí. 
El campo está servido y hay que aprovecharlo.


Jorge Enrique Bedoya 

Presidente de la SAC

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