PORTAFOLIO 25 -09 -17
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El
campo está servido. La oportunidad de alimentar a más de 48 millones de
compatriotas y de llegar con nuestros productos a Estados Unidos, Europa,
Canadá y Corea del Sur, donde viven más de 900 millones de consumidores, es una razón de peso para confiar en el futuro del
agro colombiano.
De
igual manera, la existencia de más de 27 millones de hectáreas con potencial de
uso agrícola, pecuario y forestal representa una gran oportunidad para la
Colombia rural.
Mercados
y tierra forman un binomio necesario, pero insuficiente para el éxito de
nuestro sector. El factor determinante será la gente y sus decisiones hacia la
ruralidad.
Quienes
tenemos el honor de trabajar en los gremios debemos
lograr la empresarización de la actividad rural,
con enfoque de mercado, llegando al consumidor, fortaleciendo nuestros
asociaciones y sus estrategias de promoción del consumo, transfiriendo
conocimiento a los productores para la toma de decisiones en pro de la
rentabilidad sostenible y del buen uso de los recursos naturales.
Un
buen ejemplo es la porcicultura, que
del 2010 al 2016 incrementó el consumo per cápita de cerdo en Colombia de 4,8
kg. a 8,6 kg; una inversión efectiva de los
recursos parafiscales de la agremiación en promoción de consumo y en
transformación de sus productores que hizo posible ese gran avance.
Quienes
ocupan cargos en el Gobierno Nacional deben tomar decisiones orientadas a
establecer políticas de Estado con presupuestos acordes a la importancia del
sector, que promuevan la generación de bienes públicos, que incentiven la
cercanía con el consumidor, la formalización laboral y que garanticen la
estabilidad y la seguridad jurídica para las inversiones rurales, acompañando
el esfuerzo exportador de los productores.
Decisiones
alejadas de cualquier politización de las entidades públicas, y por supuesto
que garanticen el uso eficiente y equitativo del presupuesto sectorial. Sin
embargo, resulta increíble que, en un momento tan crítico para la
ruralidad, su presupuesto de inversión para el
2018 ($1,5 billones) tenga una reducción del 35% frente a 2017.
Quienes
conforman el sistema educativo nacional, en los colegios, instituciones
técnicas y universidades, deben acercar más la educación al campo, de tal forma
que los programas de formación sean aplicables por los actores rurales, que los
millones de jóvenes colombianos vean en el agro una oportunidad para poner en
práctica sus conocimientos y generar empresas y empleo.
La
mayoría de las universidades en nuestro país tienen una visión de campo desde
lo productivo con granjas experimentales,
médicos veterinarios, zootecnistas y agrónomos, pero nos falta acercar a los
abogados, economistas, administradores, expertos en mercadeo e innovación para
fortalecer la empresarización rural.
Los
trabajadores y productores del campo tienen el desafío de pasar de producir
para que un tercero comercialice su esfuerzo, a producir según las necesidades
y gustos de sus consumidores, a los que deben llegar directamente con productos
de calidad, competitivos y diferenciados para mercados nacionales e
internacionales.
Por
ejemplo, los productores de papa tienen una enorme oportunidad, pues en su
cadena de comercialización hay al menos 5 intermediarios y en coyunturas como
la actual, el precio al consumidor es un
329% superior al que recibe el productor y
el único “valor agregado” es la lavada y el empaque. Definitivamente mucho por
trabajar.
Y
por supuesto nuestros clientes también tienen un rol importante en el futuro
del campo. Qué bueno será que en Colombia fortalezcamos la preferencia por los
productos nacionales a la hora de hacer nuestro mercado. En la actualidad, el
70% de los colombianos prefiere marcas locales cuando se trata de alimentos;
sería ideal que fuera el 90% en pocos años.
Si
todos hacemos bien la tarea, este “campo” está servido. Qué bueno será evidenciar mejoras en la seguridad
alimentaria, para que ese 42% de los hogares que no pueden acceder a la
cantidad y calidad de los alimentos que requieren para llevar una vida sana se
reduzca drásticamente en los próximos 4 años.
Muy
oportuno será que la pérdida y el desperdicio de alimentos en el país que
anualmente asciende a 9,7 millones de toneladas
según el DNP, y donde todos tenemos
responsabilidad, los podamos eliminar y así contribuir a mejorar la seguridad
alimentaria.
Satisfactorio
será ver nuevos productos como el mango, la lima tahití, la panela, el cacao,
el pollo y el cerdo, llegando a los mercados internacionales, al igual que se
fortalece la exportación de las flores, café, banano, palma y azúcar. A julio
de 2017 ya habíamos exportado otros productos no tradicionales como la gulupa
(US$24mm), piña (US$10 mm), uchuvas (US$27,3) y naranja (US$3,5 mm).
Nos
fortalecerá como nación la renovación de la mano de obra en el campo y la dignificación del trabajador rural, y
que a la vez que tenga la tranquilidad del piso de protección social sea mucho
más productivo y arraigado a las actividades rurales.
Presentamos
un completo proyecto de ley a la Ministra de Trabajo para buscar combatir la
informalidad laboral del campo que asciende al 61%. No hay que olvidar que más
de 3 millones de colombianos derivan su ingreso de las actividades
agropecuarias.Y qué alivio sentiremos cuando el 85%
de los 135 mil kilómetros de vías terciarias ya no estén en mal estado como ocurre hoy, de tal
forma que nuestros alimentos puedan llegar de manera eficiente y sin pérdidas a
los consumidores.
Por
todo lo anterior, debemos confiar en el agro colombiano, porque su futuro
depende de las decisiones que tomemos todos. Las recetas para ser exitosos, las
tecnologías, el conocimiento, las políticas públicas y las oportunidades están
ahí.
El
campo está servido y hay que aprovecharlo.
Jorge
Enrique Bedoya
Presidente
de la SAC
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