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La difusión y utilización de los
cultivos transgénicos ha generado en las últimas décadas acaloradas discusiones
entre quienes están a favor y aquellos que están abiertamente en contra. El año
pasado ingresó a este debate la Academia Nacional de Ciencias de los Estados
Unidos publicando un informe donde revisó las investigaciones sobre el impacto
de los transgénicos desde los inicios de su utilización. Sus conclusiones
favorecieron la posición de aquellos que sostienen que los alimentos
procedentes de organismos genéticamente modificados no dañan el medio ambiente
ni afectan a la salud de las personas. Luego de la emisión de este informe se
alzaron numerosas voces cuestionando tal dictamen sosteniendo la influencia de
las empresas biotecnológicas en sus conclusiones.
También el año pasado más de 100
premios Nobel de Medicina, Física o Química apoyaron a los organismos
genéticamente modificados. Surgió como consecuencia de un desarrollo en el
cultivo de arroz en una variedad transgénica destinada a reducir el déficit de
vitamina A, causante de muchas muertes y enfermedades en el mundo. Según la
Organización Mundial de la Salud habría 250 millones de personas que sufren de
déficit de vitamina A y un 40% de ellos son niños menores de cinco años en
países en desarrollo. Igualmente esta posición de los “nobeles” recibió
críticas y cuestionamientos.
Evidentemente no estamos en
condiciones de emitir una opinión fundada sobre este tema que pertenece al
ámbito exclusivo de científicos y expertos en el tema. En esta nota lo que
queremos mostrar es cuales son algunos de los argumentos que habitualmente
exponen quienes se encuentran a favor de los cultivos genéticamente
modificados, sosteniendo su impacto favorable en la agricultura. Nuestro
interés es que los lectores evalúen los argumentos, sigan investigando y puedan
tener elementos para ir formando opiniones en este tema tan urticante.
Un trabajo publicado por
consultora agro-ambiental británica “PG Economics Ltd” titulado “GM crops:
global socio-economic and environmental impacts 1996- 2015” de los expertos
Graham Brookes & Peter Barfoot arroja interesantes conclusiones. Se trata
de una actualización de un trabajo anterior (1996-2014). Sostiene que 20 años
de uso creciente de cultivos transgénicos en el mundo han sido muy positivos
para mejorar el impacto ambiental de la agricultura y han estimulado el
crecimiento económico en los 26 países donde se siembran y cosechan. Este
documento consta en la siguiente página web para el que quiera analizarlo:
www.pgeconomics.co.uk. También puede analizarse en una corta nota que consta en
la página web de “Mundo agropecuario: sembrando el desarrollo”. Desde ya que no
emitimos opinión sobre la validez o veracidad de los argumentos expuestos por
los expertos británicos. Simplemente mostramos algunas de las conclusiones a
las cuales arribaron y que están dentro de la posición de los que apoyan a los
alimentos y cultivos transgénicos y sostienen su impacto favorable en la
agricultura.
Los autores indicaron lo
siguiente:
a) Alivio de la pobreza y ayuda a
los pequeños agricultores: el cultivo de granos transgénicos ha contribuido a
preservar los recursos naturales de la tierra, permitiendo a los productores
agropecuarios cultivar más alimentos, de mejor calidad y usando menos tierra.
Sostienen que esta tecnología habría ayudado a aliviar la pobreza de
aproximadamente 16,5 millones de personas, en su mayoría pequeños agricultores
de países en desarrollo.
b) Menor emisión de gases de
efecto invernadero. Los cultivos transgénicos han reducido el impacto ambiental
negativo que puede generar la agricultura debido a la reducción significativa
de las emisiones de gases de efecto invernadero al utilizar prácticas más
sostenibles como la labranza cero. Estas prácticas ayudan a disminuir la quema de
combustibles fósiles y retiene más carbono en el suelo. Uno de sus indicadores
muestra que si los cultivos transgénicos no se hubieran utilizado en el año
2015, se habrían emitido otros 26.700 millones de kilogramos de dióxido de
carbono a la atmósfera, lo que equivale a añadir 11,9 millones de automóviles a
las carreteras del mundo.
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